Cuando finalizó La Voz Kids y puesto que no tenía que madrugar, me quedé un rato más a ver Los ojos de Belén, ese programa que algunos detestarán profundamente, pero bastante entretenido, al fin y al cabo, ¿no vemos a los españoles por el mundo protagonizar sus propios programas? Por qué no iba a poder Belén Esteban viajar donde le diese la gana y vivir y contar de primera mano los problemas de nuestro país a través de sus ojos, faltaría más. Me quedé dormido sin querer, aunque por suerte desperté para ver la última parte de su viaje a Galicia, cuando se despedía de las mariscadoras y el duro trabajo que realizan cada día para poder ganarse el pan y se sumergía en la lujosa vida de una empresaria llamada Cristina de Andrés residente en Vigo, experta en protocolo, pero tan falta en empatía como lujos tiene en su casa. Cristina no paraba de enseñarle buenos modales a la mesa para cuando se topase con uno de estos ricachones que parece que nunca se tiran pedos, dónde ponerse la puta servilleta, dónde llevar el bolso, saludar y besar (cuando en realidad ella misma hacía lo que le salía del nabo) y toda una sarta de gilipolleces de los buenos modales que nos hacen olvidar que todos somos humanos. Si nuestros ancestros levantaran la cabeza, con lo que sufrieron para poder abrigarse y comer, volverían a enterrarse bajo tierra. La conversación giró en un principio en torno al mundo del corazón, mundo en el que la empresaria había participado con una exclusiva sobre su boda en la revista Hola hace un siglo más o menos. En su casa, mansión o lo que fuera aquello, tiene a dos empleadas que van uniformadas y que cuando salen a la calle parecen los matones de Caiga Quien Caiga, un cuadro del rey que mata animales en peligro de extinción (que no se nos olvide) y cuyo nieto empuña un rifle y pega tiros, diversas reliquias y hasta una capilla para rezar. Todo bastante interesante contrastándolo con el otro tipo de vida visto anteriormente. Pero lo más interesante estaba por llegar cuando Belén Esteban saca el tema de la crisis en España, momento en el cual no podía dar crédito a lo que estaba escuchando, sólo digo que bastante bien se comportó Belén porque si llego a ser yo, lanzo un improperio y me largo de la casa de esa tipa echando hostias. Sobre el tema de la crisis, abrid bien los ojos y los oidos si lo leeis porque no tiene desperdicio lo que opina esta mujer: «La gente me pregunta, Cristina, qué te parece lo que ha pasado en España y lo que está pasando con la crisis. Y ¿sabes qué digo Belén? Ha venido de maravilla. Y ha venido bien porque yo en mi casa me enseñaron mis padres a mis tres hermanas y a mi un lema «nunca calces el número que no te corresponde». Si calzas un número pequeño te aprieta y si calzas uno grande te caen los zapatos». La frase «Ha venido de maravilla», la forma en cómo la dice y el símil que pone después son cuanto menos desconcertantes y para dar dos hostias bien dadas a alguien. ¿Cómo que ha venido de maravila una crisis con la que mucha gente no tiene ni para comer ni para necesidades básicas, tú que puedes hablar, llena de riquezas por todas partes y encima se permite el lujo de decir con esta similitud no sólo que ha tenido que apretarse el cinturón, sino que los que están en peor situación económica tienen la culpa de sufrir todas las consecuencias de la crisis. Esto simplemente es indignante. No menos indignante es lo que sigue después, una conversación entre las dos, donde de nuevo deja mucho que desear esta señora y la vena empática que no tiene: Belén: «He estado con las mariscadoras y tenían unas manos… tenían callos…» Cristina: «Y ahora me estás diciendo eso porque comparas las mías con las de ellas. Y yo ahora te digo, eso es parte de la imágen que debemos valorar cuando estamos en una mesa por ejemplo tomando almejas. Todo es acorde según el trabajo de cada uno. Yo aquí por ejemplo en este despacho y en mi negocio, ¿a que no me pegarían las manos de las mariscadoras? Tú te has quedado con la imagen de que qué manos tenían las mariscadoras. Y yo no me permitiría a nadie tener las manos de las mariscadoras aquí». Belén: «Pues a mí no me importaría tener esas manos que tienen, sabiendo lo que saben esas mujeres» Cristina: «Pero tampoco te corresponde Belén. Las mariscadoras tienen un mundo, tú tienes uno y yo tengo otro» Lo dicho, el día que mucha gente que está de dinero hasta las trancas aprenda a empatizar con el trabajo y los sentimientos de los demás, podrán cambiar muchas cosas. La crisis no dejará de ser nunca esa situación en la que los ricos son más ricos y los pobres son más pobres, porque son los que sufren impuestos y penurias. Todo esto se completa con un viajecito en barco de 200,000 euros que la señora y otras cuantos ricachones se pegan de vez en cuando, mientras el resto de la población se ensucia las manos para que ellos se sienten cómodamente en un restaurante al aire libre con mesa privilegiada. Y no olvidemos ya el daño emocional que esta gente crea en la sociedad, sino el daño medioambiental de lo caro que sale la broma a la naturaleza, cada viaje en barco gasta más de 100 litros de combustible por mero placer. Me da asco, asco de esta gente, cuando he sentido en mis propias carnes lo que es tener que partirse la cabeza para ganarse una beca y poder seguir estudiando, cuando algunos se levantan a las 5 de la mañana y tienen callos en las manos de tanto trabajar mientras esta panda de gentuza acumulan dinero, riquezas, fortunas y viviendas y malgastan energía, cuando cagan y les limpian el culo, cuando están más pendientes de dónde se coloca una servilleta o cómo te saluda alguien en lugar de sentir ese abrazo y vivirlo intensamente. Me dan asco, pero soy feliz, porque a la vez me dan pena, porque están tan empeñados en vivir en un mundo protocolario, que terminan olvidándose de lo que es realmente la vida.