Sería injusto poner en la palestra a una sola persona, esa que cada día que se levanta parece que firma algo que destruye todo lo que se había construído hasta ahora. Y me da miedo que se le acaben los papeles, que se aburra y piense en cosas peores, que llegarán , seguro. Sería injusto porque todo lo que está haciendo es algo que ya estaba encima de la mesa y millones de votantes acudieron en masa a dar su sí quiero. Ajenos a la realidad, parecía que el mundo estaba avanzando hacia una dirección común, pero viene bien que ocurran cosas como estas para darse cuenta de que este no es el mundo ideal que pretendían pintarnos, que es mucho peor. Por mucho que me niegue a creer que existe gente que puede dar un sí a algo que pueda perjudicar el medio ambiente, en pro del beneficio monetario, da igual, algunos anteponen un dinero que ni siquiera es suyo, o al menos perceptible para ellos, al cuidado del mundo que habitamos. No es cuestión de otra cosa que de educación, de hacer ver a las personas cuál es el verdadero propósito del ser humano. De que es más importante cuidar de tus generaciones venideras que autocomplacerte y acabar con todo. Son principios que rigen a cualquier ser mortal y que hasta los animales siguen a rajatabla. Un día te despiertas escuchando decir a un ser despreciable que, ya que el medio ambiente está jodido y no tiene salvación, pues para lo que queda en el convento, se mea dentro, otro día da el visto bueno para construir una muralla que separe países, haciendo regresar a la humanidad a un estado de mentalidad inconcebible y que parecía haberse extinguido. Pero no, no estaban extintas, estaban dormidas, esperando su momento para hacernos entender que no hemos avanzado nada y que probablemente jamás lo haremos. Y el problema es que como ahora la cosa se viste con la palabra «democracia» y se decide por mayoría, da igual que tú y que yo nos demos cuenta, porque todo lo dicho cae en saco roto dentro del bullicio. Habrá que ir pasito a pasito, educando en los principios a los que queremos.